Entre la tierra y el cielo,
una escalerilla blanca;
para sostenerla firme,
ángeles suben y bajan.
Y fijando nuestro ascenso,
arriba, tú, Estrella y Ancla.
Nuestro Padre San Francisco
anima nuestra escalada.
Virgen de la vida pura,
alívianos de la carga
alcanzándonos de Dios
el perdón de nuestras faltas.
Madre de los pecadores,
alienta con tu mirada
nuestros pasos vacilantes
hacia Dios, en la esperanza.
Madre–Virgen de Jesús,
Virgen–Madre de las almas,
pues somos hermanos
suyos llévanos a su morada.
Y serás tú bendecida,
y la Trinidad muy Santa
–el Padre, el Hijo, el Espíritu–
por siempre glorificada. Amén.
El 2 de agosto, la Orden Franciscana celebra una de sus fiestas más entrañables: Santa María de los Ángeles o el Perdón de Asís .
En la pequeña iglesita de la Porciúncula es el corazón de la Madre, la "Virgen hecha iglesia", como Francisco solía invocarla, la que acoge al peregrino. San Francisco sentía un cariño especial por esta pequeña iglesia, que se conserva dentro de la gran basílica de Santa María de los Ángeles, ya que fue una de las iglesias que él se encargó de reparar en los primeros años de su conversión y donde escuchó y meditó el Evangelio de la misión.
Allí Francisco y sus primeros hermanos pudieron resguardarse casi como en el seno materno, para renovarse espiritualmente y volver a partir llenos de impulso apostólico.
Allí, la tarde noche del Domingo de Ramos de 1211, recibió a Clara. En ese mismo lugar, por intercesión de la Madre de Dios, Francisco obtuvo para todos un manantial de misericordia en la experiencia del "gran perdón" de Asís . Por último, allí vivió su encuentro con la "hermana muerte".