Según una venerada tradición, la Santísima Virgen María se manifestó en la ciudad de Zaragoza sobre una columna o pilar, signo visible de su presencia. Pío VII elevó la categoría litúrgica de la fiesta y otorgó a todas las naciones sudamericanas la posibilidad de celebrar la misma fiesta que se celebraba en nuestro país.
"¡Qué pequeña eres, pero qué influencia tan grande tienes!" dijo Juan Pablo II en una de sus visitas a la Virgen del Pilar. Y así es efectivamente. Los 38 cm. de la imagen de la Virgen del Pilar, sobre una columna de jaspe de 1.77 m., parecen la viva expresión material del Magnificat: "Ha mirado la pequeñez de su sierva… Ha hecho grandes cosas por mí"
La columna sobre la que se mantiene, firme y erguida, la imagen de la Virgen, está cargada de simbolismo. Evoca la columna de fuego que, guiaba a los israelitas por el desierto. La columna evoca también la solidez del edificio de la Iglesia, siempre perseguida, pero siempre en pie, manteniendo la esperanza.
El himno nos dice también que ese pilar ha sido un "rico presente de caridad" del amor de Dios, que nunca desampara a su pueblo en los momentos difíciles. La Sagrada Escritura habla de la columna que guiaba al pueblo de Dios durante el destierro hacia la tierra prometida. Esa columna debe ser para nosotros este Pilar de Zaragoza que ha recibido a través de los siglos la fe de nuestros padres y que ha amparado a cuantos a ella, a María, se han dirigido.
Virgen Santa, Madre mía.
Luz hermosa, claro día.
Que la tierra aragonesa
te dignaste visitar,
este pueblo que te adora,
de tu amor favor implora,
y te aclama y te bendice
abrazada a tu Pilar...
Cantad, cantad
Himnos de honor y alabanza
A la Virgen del Pilar.